Los mitos, pueden
ser definidos como marcos generalizados de creencias, de tipo social,
extendidos vulgarmente entre la población, los cuales, están basados en una
inexacta interpretación historiográfica. Dichos mitos, son celebrados a través
de ritos, o actos invariablemente repetidos, con arreglo a normas estrictas,
establecidas por la tradición, autoridad o clase dominante de cada época
determinada.
Éstos ritos, se concretan en ceremonias
de carácter más o menos solemne, donde lo simbólico, reproduce en su
realización, la estructura jerárquica del contexto social, de modo que lo
experimentado por los participantes, perpetúe en la memoria de cada uno de
ellos, un estatus jerárquico protocolar, como algo natural, absoluto e
inobjetable, aprovechándose de que el origen histórico de tales actos, es
desconocido por la juventud de los que lo viven, ha sido ya desdibujado, o sólo
superficialmente difundido o comprendido.
En éste sentido, el Acto
de Grado, como ceremonial universitario, declara desde sus inicios, con la
autoridad de una tradición dominante, la aparente inmodificabilidad de su
proceso histórico de surgimiento, a partir del cual, la identidad de las
instituciones de Educación Superior se vinculan a valores de estatus y
diferenciación, explicables en el ámbito de las relaciones de poder instauradas
en el modelo aristocrático, eclesiástico y feudal del medioevo europeo.
Aquellos eran tiempos de
enseñanza memorística, de Escolástica y metodologías repetitivas; del latín
como vehículo de transmisión de la "cultura" oficialmente aceptada;
de disciplina severa y contendidos divorciados de necesidades sociales concretas.
Era una época de rígido
escalonamiento de privilegios, donde se había proscrito el librepensamiento y
se defendía con la tortura al dogmatismo. En el que se celebraba el valor del
claustro, como honrosa forma de distanciamiento del mundo y se fomentaba la
meditación contemplativa silenciosa que fuera capaz de traducirse en obras de
investigación y sistematización teórica con ideas exclusivas, excluyentes;
convenientes y sumisas a los intereses reales y concretos del poder de la
nobleza y del clero.
Dentro
de este orden, EL BIRRETE sirvió para
significar y jerarquizar por encima de los demás, al vasallo del reino a quien
se le hubiere otorgado, actuando como pieza ornamental de un atuendo de lujo,
que se definió como traje académico universitario desde los Reales Decretos de
Isabel II, a través de los cuales, se regulaba en España el uso de dicho traje
en el marco del proceso de uniformidad de sus centros de enseñanza, imponiendo
indirectamente con ello: los honores, privilegios y excepciones de que gozarían
los doctores, los de grandes cargos y los de alto estatus social.
Era pues el Birrete, una designación laudatoria que permitía
declarar públicamente el éxito obtenido por un intelectual: blanco, hijo de
legítimo matrimonio, descendiente de viejos cristianos practicantes, limpio de
toda mala raza y sin tacha inquisitorial por infamia o inmoralidad personal o familiar,
que ha culminado formación dentro de un sistema elitesco y mutilante del
ingenio, en el que no tenían cabida negros, aborígenes, mulatos, ni zambos;
tampoco alternativas, innovaciones, ciencia, dudas o preguntas; ni mucho menos,
zonas distantes y primitivas, ajenas a las cortes o metrópolis.
Por el contrario, la Boina:
gorra sin visera, redonda, chata y de lana, de una sola pieza, con un rabillos
o txorten ubicado en el centro de su parte exterior, cuyos orígenes parecen
remontarse a las legiones romanas combatientes en las cantábricas, o según
cuentan a los pirineos o quizás a las tierras vascas; como prenda niveladora, irrumpe en los relatos
históricos desde un origen campesino y proletario, desvestido de todo
privilegio, con la extraordinaria fuerza y fascinación que da la sencillez, la
honestidad y la irreverencia.
La Boina se enfrenta junto al pueblo
al estatus que durante la Revolución Francesa, esta presente en la marcha
del los desposeídos hacia París, en el canto de la Marsellesa, en la protesta
de los humildes que pintaban a su paso de rojo, azul o blanco todos los Escudos
de la Corona
que iban encontrándose. Estuvo ahí en la toma de la Bastilla y acompañó la
redacción de la primera constitución escrita, la división de poderes, vio el
surgimiento del Estado de Derecho y el reconocimiento internacional del poder
originario y de la soberanía popular en la conducción democrática de su propio
destino colectivo.
Igualmente, fue el símbolo de los milicianos
voluntarios de la
Guerra Carlista, se hizo el distintivo de los anarquistas
italianos y adornó la cabeza de las fracciones Republicana, Franquista y
Falangista durante la
Guerra Civil Española.
En
la I Guerra
Mundial, pasa a formar parte de diversos uniformes militares y puede verse, con
algunas diferencias de diseño, entre los Bolcheviques de la Revolución de Octubre,
junto con las gorras de obreros y ferrocarrilleros, así como, de las gorras
polares, pasamontañas y bufandas de lana, propios de campesinos de toda Europa.
Luego de la II
Guerra Mundial, es la Boina, importante accesorio decorativo de
diferentes Movimientos Revolucionarios y de Liberación Nacional de América
Latina y el Caribe, siendo uno de los ejemplos más emblemáticos de ello, la
inmortal gráfica donde Korda, retrata a Ernesto "El Che" Guevara de la Serna, quien la usaría no
sólo durante su faceta de combatiente, sino también, cuando en virtud de su
compromiso e iniciativa, fue nombrado por Fidel Castro, Ministro de Industrias,
y recorría toda la Isla
de Cuba vestido en traje de campaña.
En nuestro país, la
Boina ha estado desde siempre ligada a posturas
antiimperialistas, como la sostenida en la Generación del 28 con
el resurgimiento de una Federación Estudiantil antigomecista, de cuyo recuerdo
no podemos obviar la pluma excelsa del Maestro Poeta: Pío Tamayo y su célebre
"Homenaje y Demanda del Indio", por el cual, sería luego encerrado,
casi hasta su muerte, en el Castillo de Puerto Cabello.
También la vemos presentarse en escena, al oír las notas del Coro
del Himno de la
Universidad Central de Venezuela, otrora Real y Pontificia
Universidad de Caracas, escrito en los años 40 por Luis Pastori y Tomás Alfaro
Calatrava, quienes en él, quisieron conservar el espíritu insurgente del
estudiantado crítico, inmortalizando en su letra que el mundo universitario,
debe ser un: "mundo de azules boinas", acotación que sigue siendo
sensible, aun y cuando el llamado al campesino, al marinero y al miliciano,
retumbe contra las formalidades de un protocolo en el cual, todavía hoy en el
siglo XXI, estudiantes, profesores, investigadores y directivos de esa
institución, conservan para sí la coronación de sus talentos mediante el
vetusto aditamento del Birrete de la era medieval.
Su mayor impacto en la iconografía venezolana,
lo tiene este accesorio, cuando a primeras horas de la tarde del 4 de febrero de 1992, aparece
ante las cámaras de televisión, en uniforme de paracaidista y Boina, el jefe
máximo de una rebelión que cambiaría los destinos del país, asumiendo la
responsabilidad absoluta de un movimiento Bolivariano Revolucionario inspirado
en el pensamiento de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, solicitando
a sus compañeros deponer las armas, pues los objetivos estratégicos que habían
sido planteados, "no se han logrado por ahora", pero que no obstante,
se vendrían a concretar más tarde con un el arribo al poder en 1999 de este
mismo comandante, al frente de un gobierno popular.
Más adelante, la redacción de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela por el Poder Constituyente Originario, concebirá la Educación como un
derecho humano, deber fundamental del Estado y servicio público integral,
permanentemente democrático, gratuito y obligatorio, fundamentado en el respeto
a todas las corrientes del pensamiento, el desarrollo del potencial creativo,
la valoración ética del trabajo, la participación activa, consciente y
solidaria en los procesos de transformación social, los valores de la identidad
nacional y una visión latinoamericana y universal.
En el año 2003,
el país podrá ver materializados estos preceptos en la creación de la Universidad Bolivariana
de Venezuela, institución que nace como alternativa al sistema educativo
tradicional, al tiempo que da un vuelco a la vinculación de la Universidad con la
realidad nacional y latinoamericana.
Y es en justamente aquí, en esta que
hemos bautizado cariñosamente como la "Casa de los Saberes", en que la Boina, es asumida como un
símbolo de ruptura con el claustro académico y con el paradigma de dominación,
reproducción indiferencia y exclusión, reinante en los ámbitos del academicismo
tradicional de nuestro contexto geográfico, para pasar a representar una
Universidad abierta a las etnias, a los obreros, al humilde y al discapacitado,
que reivindica al campo, a la provincia, la comunidad, la diversidad, la
complejidad, sustentabilidad y la acción creadora.
Nos identificamos con la
Boina como símbolo de vanguardismo popular y como fuerza
transformadora y revolucionaria basada en un trabajo intelectual con sentido
social y de desarrollo humano.
Por ello en nuestros Actos de Grado y
ceremonias, la usamos con orgullo como modo de que se perpetúe mediante esos
rituales en la memoria de cada uno nosotros, nuestra adhesión a estos
principios y la ardiente consagración de nuestra vida a los más elevados ideales
de libertad, aceptación, tolerancia y justicia social.
Nos identificamos pues, los miembros de la comunidad Ubevista con
nuestras Boinas, lo mismo que en una época muy antigua, lo hacían con el Gorro
Frigio los esclavos libertos del Imperio Romano, pero con una diferencia
sustancial: aquellos, eran liberados por sus amos, mientras que nosotros, con
nuestro estudio, trabajo y compromiso, actuamos por nosotros mismos y decimos
hoy con orgullo: "Gloria al bravo pueblo, que el yugo lanzó, la ley respetando,
la virtud y honor".
¡Ubevistas! hoy quizás las llevamos puestas, pero sólo
habremos internalizado en nuestra frente, en nuestros rostros, en nuestras
palabras y en nuestros actos, el significado viviente de las Boinas con las que
nos graduamos, si al ponérnoslas renovamos nuestras fuerzas morales para
combatir en cualquier terreno que pisemos contra la degradación de nuestros
semejantes, y si gracias a ellas, nunca pudieran tragarnos las feroces
serpientes de la ambición profesional, aquellas que lastimosamente, convierten
al hombre instruido, en un lobo para los otros hombres.
¡Ubevistas! si así lo hacemos siempre:
que el Supremo Autor nos lo premie; y si no... que la historia... se haga
presente en el pueblo... y que éste venga y nos lo demande.
Secretaría General UBV